La noche estaba patas para arriba
y yo no me podía ni reír,
porque mis oídos estaban disgustados,
de mi desabrigada conducta,
y qué importa!
si el sol quería dejarse ver.
Ya importaba poco
cualquier efecto.
Limón y miel
que infalibles
ya no duele
la garganta
y puedo oír mejor.
Listos para salir otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario