La cuidad se levanta,
se viste con las ansias
de la noche buena,
en tanto yo
con ganas de mucho
y tal vez de un poco
me levanto con ganas de escapar
de ese aire de complicaciones,
me retiro al pasto verde
en el lado vacío de la ciudad.
Cuando a casa arribo veo como al ciclista
de la esquina, atropellado
y algo adolorido unos cuantos
lo ayudan a revivir.
En tanto yo me lavo las manos
y voy a celebrar noche buena
con el gallo y todo lo demás,
y entre tanto no sé porqué
unos ojos presurosos de que le devuelvan
la mirada se giran hacia mi,
y yo sin mucho pecado sobre los brazos
me dejo caer en ellos,
como si fuera predecible..
Quizás era mi casualidad que allí
me esperaba, también a la salida,
y en todo ese momento..
ahora dependerá de la casualidad
ridícula por si sola,
que traiga de vuelta los ojos grises.
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