sin mis miedos.

Si te atreves a cruzar el miedo,
te invito,
a mi nube, a mi cielo
que a veces espera por ti.
Si me permites cruzarlo contigo
te ofrezco palabras,
que solo digo en mis pensamientos
y que quizás gustarías de oír.
Si nos atrevemos a cruzar
a esas melodías que no conocemos
quizás pisemos tierra firme
en nuestro cielo.
Tal vez sea enero quien nos guarda
ese regocijo de tantas soledades
maltratadas y mal humoradas,
pero que promete colores nuevos.
Siempre que la culpa de no tenernos
nos ataca recuerdo lo que nos perdimos
cada día, cada momento.
Quizás si dejamos la cobardía para los hombres,
quizás conozcamos ese cielo
que aguarda primaveras eternas,
que demoran tanto y no llegan
pero cuando aparecen
dicen que no hay más otoños.
Quizás será hora buena de flores
y risas florecidas que sabes
pronunciar con mi nombre
cada vez que te remites a mis ojos.
Cada vez que intentas romper el silencio
que oculto, como oculto mi necesidad
de que seas tú,
quien ya no pida permiso a mi soledad
si no que se apodere de mis tiempos
Cada una de esas veces siento
que eres como mi noche
siempre recurrente y necesario.
Y te oculto entre palabras no pronunciadas,
para que no notes que en mi brutalidad
te quisiera un poco más cerca.
Podría pasar la noche agradeciendote,
muchos méritos para tan poca respuesta,
tu juegas a que juegas conmigo
solo para acortar caminos,
mientras que yo me congelo
alejándome,
implantando distancia (artificial)
para que no me descubras
en mi afán de tenerte aquí,
conmigo.
Y tal vez por ese miedo a que me descubras
en este momento de a poquito te esté perdiendo,
tan solo por querer ganarte;
pero nunca es tarde,
y esta vez aprendí a perder el miedo
de tenerte.
Mañana por la mañana
te pediré que me acompañes
por ésta noche a ver
si delato mi propio silencio
y por fin serás mio.
A ver si ya dejo de perderte,
y me dedico a quererte un poco más.