Nos llenamos de vicios,
no permitidos para dos,
y la luna no nos acompañaba
esa noche de domingo de verano,
solo las estrellas podían ser testigos
de dos viciados en un encuentro
sin melodías.
Fue el día en que los corazones
aparecían en las nubes
y hasta en la espuma del café.
Fueron no más que sorbos y atisbos
de algo que algún día terminaría
como empezó;
sin la luna de fondo.
A mi me enseñaron a terminar
todo de la misma forma
que comenzó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario