Probablemente no sea yo quien te invite,
ni quien produzca el ring ring teléfono,
tampoco recurriré a tu abrazo,
ni seré yo quien coquetee con tu pelo,
ni menos quien busque tu mano.
Nunca soy yo quien lo hace,
porque hay una palabra que lo impide todo,
una palabra,
impediente.
Impediente es, el orgullo,
la veces perdidas,
las tardes que no van a ser,
y las calles que me pertenecen
y no me son.
Por orgullo no te llamo,
y te pierdo.
Por orgullo no te hablo,
y me pierdo.
Por estupidez no te oigo,
y te extraño.
Por miedo a perder,
perdí.
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